Suplementos dietéticos a niños con síndrome de Down.

FUNDACIÓN IBEROAMERICANA DOWN 21.

REVISTA VIRTUAL, FEBRERO DE 2019 
Nº 213

ARTICULO: Es frecuente la utilización de suplementos dietéticos a los niños con síndrome de Down, a menudo con la esperanza de que mejoren la inteligencia o su capacidad de acción. El primer "tratamiento" dietético para el síndrome de Down fue propuesto por Henry Turkel en los años 40 del siglo pasado: creó un suplemento que contenía cerca de 50 ingredientes y describió que mejoraba la inteligencia y el aspecto de sus pacientes, pero uno de los productos era la tiroxina, la cual como es lógico podía beneficiar a quienes tenían hipotiroidismo no diagnosticado (clínico o subclínico). Desde entonces se han propuesto múltiples fórmulas que contienen cantidades muy diversas de vitaminas, minerales, antioxidantes y otros ingredientes con la esperanza de que mejoren la inteligencia. Algunos han descrito no sólo mejoría funcional sino modificaciones físicas en los niños tratados, incluido el desarrollo del puente nasal o la disminución del pliegue epicántico. Un ejemplo es el producto Nutrivene-D, inicialmente basado en la fórmula de Turkel a la que se añadió piracetam. El problema es que en ningún caso las pretendidas mejorías se han basado en estudios clínicos realizados con las debidas garantías de objetividad, por lo que tanto las distintas asociaciones de síndrome de Down como las organizaciones profesionales se niegan a apoyar la administración de estos productos: no hay datos bien contrastados que aseguren ni su eficacia ni su seguridad o inocuidad.

Con el tiempo, la lista de productos anunciados para mejorar la salud y la función intelectual ha seguido aumentando. Estos productos contienen cientos de sustancias, solas o en combinación. Contienen antioxidantes, hierbas, vitaminas, minerales, aceites esenciales, enzimas y otros productos derivados de animales o plantas. Como lo normal es que tales productos no sean recetados por profesionales, resulta difícil calcular la frecuencia con que se utilizan. Si se pregunta a los padres qué medicación toma su hijo, con frecuencia ni los mencionan.

Por eso, investigadores del Instituto Nacional Infantil de Enfermedades Raras en Washington DC (USA) se propusieron realizar un estudio con el objeto de conocer mejor la frecuencia con que se usan los suplementos dietéticos, los tipos de suplementos administrados, y la frecuencia con que las familias informan al profesional sanitario sobre su utilización. A continuación exponemos un amplio resumen de los resultados obtenidos en este estudio (Lewanda et al., 2018).

Dirigieron una encuesta a 1.200 familias que tenían un hijo con síndrome de Down de menos de 18 años en la que inicialmente se les hicieron las siguientes preguntas:

1) Doy actualmente suplementos dietéticos a mi hijo con síndrome de Down
2) Actualmente no se los doy pero lo hice en el pasado
3) nunca se los he dado pero los conozco
4) nunca he sabido nada sobre ellos.

A los que respondieron a esta última pregunta se les preguntó sobre su raza/etnia pero ya no se les preguntó más. A los que respondieron a alguna de las otras tres se les ofreció otro cuestionario basado en su respuesta, por lo que no se les preguntó lo mismo a todos los participantes. Recibimos más de 1.200 respuestas, de las que 1.167 fueron consideradas completas como para poder analizarlas. La mayoría provinieron de USA pero hubo algunas de Brasil, Polonia y la Unión Europea. Algo más de un tercio (37,9%) de los padres estaban utilizando los suplementos nutricionales; el 11,6% los habían utilizado en el pasado; el 33,6% los conocían pero no los habían utilizado y el 17,0% no los conocían en absoluto.


Suplementos utilizados.

Se notificó una inmensa variedad de suplementos. (Puede verse una tabla completa en Lewanda et al., 2018). Muchos eran combinaciones comerciales de múltiples ingredientes, que hacía muy difícil su clasificación. Algunos eran medicamentos de prescripción, otros eran inclasificables (homeopatías varias), fórmulas nutricionales, laxantes, o productos raros como leche de camello, polen de abeja, jalea real, aceite de cáñamo.

Como media, los niños recibieron una combinación de 3,3 productos diferentes (entre 1 y 18). El suplemento más utilizado (13,3%) fue el Nutrivene-D. En realidad se trata de toda una línea de productos: Suplemento diario, Enzima diaria, Fórmula para la noche, Apoyo de polifenoles. La curcumina de la que se destacan sus propiedades antioxidantes y antinflamatorias fue ingerida por el 9,6%, y los extractos de té verde o de su componente epigalocatequina era ingeridos por el 8,7%.

Atendiendo a sus propiedades, los más utilizados fueron los antioxidantes (25,8%), propiedad a la que pertenecen la curcumina y el extracto de té verde. El siguiente grupo fueron las vitaminas (18,9%), tanto en forma de una sola o de multivitaminas, siendo las más ingeridas las del grupo B, en especial compuestos relacionados con el ácido fólico. El tercer grupo (15,8%) fueron combinaciones o fórmulas comerciales (Nutrivene-D y High Achievement Potential Capsules). Suplementos con grasas/ácidos grasos (aceite de pescados, ácidos grasos omega 3, omega 6, omega 9) fueron ingeridos por el 10,8%.


Etapa de administración.
En algunos casos fueron las madres embarazadas con un feto con síndrome de Down las que empezaron a tomar suplementos, o madres lactantes para que el bebé los recibiera a través de la leche. El 24,8% los recibió durante su primer año; entre los 12 y 23 meses comenzó a tomarlos el 17,5%. A partir de los 4 años muchos dejaron de administrarlos.


Coste.
Un padre informó gastarse 3.000 dólares por mes. Todos los demás gastaron entre 15 y 400 dólares por mes. Como media el gasto fue 90,53 dólares por mes; si la administración fuese constante, serían 2.086,36 por años. El coste fue la principal razón por la que los padres dejaron de administrar los suplementos a su hijo.

Resultados.
La mayoría de los padres cuyos niños estaban recibiendo suplementos (87,3%) creyó que mejoraban. Pero en los padres que los interrumpieron, sólo el 38,8% describieron que habían observado una mejoría durante el tiempo que los habían administrado. Las áreas en las que habían apreciado mejoría eran en el lenguaje, la función inmune (menos enfermedades), la atención, la capacidad cognitiva. Algunos observaron mejorías en la motilidad gruesa, la salud en general, la energía y el sueño.

En respuesta a la pregunta sobre efectos adversos, los más frecuentes fueron las molestias gastrointestinales. Y con menor frecuencia, la hiperactividad, la agitación, la agresión, el insomnio y las conductas de tipo autista. Ocasionalmente señalaron dolor óseo, frotamiento de dientes, trastorno emociona y picor. Pero los efectos adversos no fueron el motivo de que los padres interrumpieran el tratamiento; sino que fueron la falta de mejoría o el coste.

Dónde se informaron los padres.
Las fuentes de información fueron múltiples, muchas veces más de una. La mayoría oyó hablar de los suplementos de alguien que no era el médico del niño. En primer lugar, grupos de apoyo (49,8%); un amigo (28,6%), periódicos y otros medios (22%). El médico fue la fuente informativa en el 19,5%; otros terapeutas el 11,8%. El 1,2% recibió la información por correo.


Conocimiento por parte del responsable de la salud.
En conjunto, el 81% de los que respondieron declararon que habían informado a sus pediatras; el 19% no lo había hecho. De quienes no le habían informado, la razón más frecuente fue que el pediatra no lo había preguntado (32,6%). Casi otros tantos pensaron que el doctor no lo aprobaría por lo que no le informaron. Un padre comentó: "Creo firmemente que estos suplementos dietéticos son beneficiosos para mi hijo. Por desgracia, la mayoría de los médicos no piensan igual. Los daré con independencia de su aprobación, así que ¿para qué informarle?". El 15% pensaba que no es necesario informar sobre los suplementos, ya que no son medicamentos de prescripción. Un grupo más pequeño pensó que su pediatra no estaba suficientemente informado sobre el valor de los suplementos (8,7%) o que los desaconsejaría si los padres lo comentaran (6,5%). A poco más del 3% no les interesaba si el niño tomaba o no los suplementos. El resto de los participantes no habían tenido oportunidad de comentarlo con el médico (7,6%), o dieron otras razones (1%).


Análisis y comentarios.
Este estudio mostró que casi la mitad de los pacientes pediátricos con síndrome de Down cuyos padres respondieron a la encuesta usaban o habían utilizado suplementos nutricionales. Y lo habían hecho a una edad extremadamente temprana, sometiéndoles a numerosos productos de poder poco fiable, con ingredientes inciertos, o megadosis de vitaminas liposolubles. Sin reparar en posibles efectos adversos que los bebés o niños pequeños no pueden identificar o informar; o que, tratándose de niños ya mayorcitos, no pueden verbalizar por sus dificultades intelectuales o lingüísticas.

El tema de la eficacia de los suplementos dietéticos es sumamente complejo. Por todo un conjunto de factores. 1) En la sociedad actual, mencionar "productos naturales" cae bien, sin tener en cuenta que todo exceso resulta nocivo. 2) Intentar "mejorar" un problema físico o intelectual mediante la simple ingesta de unos productos, sin tener que recurrir a métodos o ejercicios laboriosos y lentos (físicos, conductuales, educativos, etc.), es altamente atractivo. 3) Justificar con un trabajo científico realizado en condiciones muy concretas y artificiales la eficacia de una sustancia, basándose en una alteración que aparece en el síndrome de Down, atrae y convence a quienes tienen un conocimiento muy superficial de lo que realmente ocurre. 4) Está ampliamente comprobado que una persona que administra o toma algo para conseguir una mejoría se encuentra especialmente predispuesto para afirmar que hay una mejoría; lo que se llama tendenciosidad o sesgo. 5) Se ha extendido una cierta desconfianza e incluso animosidad ante las conductas y opiniones, aparentemente restrictivas, de la clase médica; y, por el contrario, se aceptan con benevolencia y rapidez las afirmaciones publicadas en los múltiples medios audiovisuales, que suelen ser expuestas con una calidad técnica muy conocedora de la psicología humana. Todas estas circunstancias se dan en el mundo del síndrome de Down, en el que los padres están deseosos de recurrir a lo que sea con tal de conseguir una mejoría en la salud o en el desarrollo cognitivo de sus hijos.

¿Cómo dar respuesta coherente y racional a esta situación? Sólo hay una. Someter a cada propuesta de eficacia de un determinado suplemento nutricional a las mismas pruebas que exigimos para aceptar la eficacia de un medicamento. Esas pruebas se llaman "ensayo clínico", que tiene unas normas perfectamente reguladas en las legislaciones de los distintos países. Esas normas señalan los métodos que han de seguirse para asegurar la eficacia real del producto para una determinada situación o condición, su dosificación, así como el grado de su inocuidad que nunca será absoluto.

¿Se han realizado estos ensayos clínicos con los suplementos nutricionales recomendados para los niños con síndrome de Down? Salvo muy contadas excepciones, la respuesta es NO. Salman (2002) llevó a cabo una revisión sistemática y exhaustiva para identificar ensayos importantes sobre suplementos dietéticos y fármacos, y sus efectos sobre la función cognitiva de personas con síndrome de Down. Utilizando una combinación de estrategias de búsqueda, identificó 28.068 estudios, seleccionó 428 como posiblemente relevantes, y revisó 109 que podrían cumplir con los criterios habituales de inclusión. Once de los artículos cumplieron los siguientes criterios: todos los sujetos tenían síndrome de Down, la intervención consistía en la utilización de fármacos o de suplementos nutritivos, se utilizó la función cognitiva como resultado a valorar, los ensayos fueron controlados y contaron con grupo placebo que era tratado al mismo tiempo, y hubo distribución aleatoria o pseudoaleatoria de las personas. Entre los 11 estudios se reunió a 373 personas, y el tiempo de seguimiento osciló entre 1,3 y 36 meses. Ninguno de estos 11 estudios que habían cumplido los criterios metodológicos que se exigen en los estudios científicos demostraron un efecto propio del tratamiento.

Demostrar la eficacia de la administración de un producto en el mejoramiento cognitivo de las personas con síndrome de Down es un trabajo complejo que exige conocer muy bien los problemas concretos que se quiera analizar, así como la batería de pruebas neuropsicológicas que se han de aplicar, como ha sido expuesto recientemente por Basten et al. (2018).

¿Cómo podemos estar seguros de que el beneficio reportado por algunos padres tras administrar a su hijo un determinado suplemento sea realmente debido a ese suplemento y no a la natural evolución del niño? ¿O que sea fruto de que le dediquen ahora mayor atención? ¿O que sea más el deseo de mejoría el que les fuerza a afirmar que su hijo ha mejorado realmente? Sólo podemos responder adecuadamente a estas preguntas si la administración del producto se hace dentro de la estructura de un ensayo clínico. El simple "a mi hijo le ha ido bien" no sirve y puede ser el origen de un engaño que, con la mejor intención (en el mejor de los casos, porque otras veces aparecen meros intereses lucrativos), se propaga innecesariamente, y en ocasiones peligrosamente.


En la tabla exponemos una muestra de estudios que han investigado el valor.

Sustancia probada: Piracetam
Grupo tratado: Niños con SD 
Qué se midió: Función cognitiva
Resultados: No hubo mejoría 
Comentarios: Alta frecuencia de reacciones adversas 
Autores:  Lobaugh et al., 2001 

Sustancia probada: Resveratrol y ECGC
Grupo tratado: Modelo murino de SD
Qué se midió: Muestras de tejidos
Resultados: Recuperación de biogénesis mitocondrial
Comentarios: No se han hecho pruebas clínicas 

Autores:  Valenti et al., 2016

Sustancia probada: Vitaminas C, E
Grupo tratado: Niños y adolescentes con SD
Qué se midió: Muestras sanguíneas
Resultados: Reducción estrés oxidativo
Comentarios: No se han hecho pruebas clínicas

Autores: Parisotto et al., 2014

Sustancia probada: Antioxidantes (selenio, zinc, vitaminas A, C, E) con y sin ácido fólico
Grupo tratado: Bebés con SD menores de 7 meses en el momento de iniciar el estudio
Qué se midió: Evaluación del desarrollo y comunicación, pruebas en sangre y orina
Resultados: No hay efectos clínicos estadísticamente significativos 

Autores: Ellis et al., 2008

Sustancia probada: Entrenamiento cognitivo con y sin ECGC
Grupo tratado: Adultos con SD
Qué se midió: Múltiples mediciones conductuales, cognitivas y funcionales
Resultados: Mejoría en la memoria de reconocimiento visual, control inhibitorio y conducta adaptativa
Comentarios: Ningún efecto en 13 de las 15 habilidades de la batería neuropsicológica aplicada, y tampoco en 8 de las 9 habilidades adaptativas analizadas.
Autores: De la Torre et al., 2016



De ciertos suplementos dietéticos en el síndrome de Down. Es importante reconocer que resultados positivos obtenidos en experimentos realizados en el laboratorio con células u órganos aislados, frecuentemente no son extrapolables ni confirmados cuando se someten al organismo en su conjunto, y menos a funciones tan complejas como son el aprendizaje y la cognición.

Aunque la mayoría de los padres que utilizaron suplementos y respondieron a la encuesta afirmaron que sus efectos fueron positivos, los problemas potenciales son abundantes. Algunos de los nombres comerciales ("Mantener el cerebro", "Hablar", "Recuperar") intentan condicionar al comprador sin fundamentos reales. Algunos de ellos contienen vitaminas a dosis que exceden con mucho a las recomendadas; por ejemplo, 5.000 % de la dosis diaria de vitamina E para niños menores de 4 años, o 1.670 % para niños mayores de 4 años; 2.880 % de la dosis diaria de vitamina K. Y puesto que ambas vitaminas son liposolubles, eso significa que permanecerán en el tejido graso del individuo durante largo tiempo.

También existen problemas en relación con los derivados de plantas, , frecuentemente considerados como productos inocuos por ser naturales. Pero al ser extraídos y concentrados, en más de 60 se ha comprobado que pueden producir lesiones hepáticas; y en algunos preparados comerciales no aparecen los nombres de todos los productos naturales incluidos.

El 10% de quienes respondieron a la encuesta habían empleado el té verde que contiene la epigalocatequina; además de su acción antioxidante frena la hiperactividad de la proteína cinasa Dyrk1A que suele estar presente en el SD y contribuye a su problemática cerebral. Tomado en exceso y de forma continuada, el té verde puede producir toxicidad hepática moderada; pero sus ingredientes aislados tomados a mayor concentración y en combinación con otros productos pueden provocar lesiones hepáticas más graves.

La curcumina fue el segundo suplemento nutricional más tomado según esa misma encuesta, por sus pretendidos efectos neuroprotectores. Pero también inhibe la acción de las plaquetas, por lo que puede facilitar la aparición de hemorragias, algo que también puede darse en el caso del té verde.

El hecho de que numerosos padres sean reacios a informar a los pediatras sobre la utilización de todas estas terapias complementarias indica la existencia de una mutua desconfianza. Sin embargo no debería ser así. La información es indispensable para actuar correctamente. Pero para ello la clase sanitaria debe estar al corriente de los productos administrados, de los argumentos (con frecuencias falaces), estudios (con frecuencia mal realizados) y resultados en los que los promotores se basan para su distribución y venta, y de las recomendaciones que organizaciones solventes ofrecen sobre el uso y abuso de estos productos.


Conclusión.
Carecemos de demostraciones objetivas que demuestren que los llamados suplementos dietéticos o nutricionales, ampliamente promocionados en las redes sociales, sean eficaces para mejorar las funciones físicas y cognitivas de los niños y adolescentes con síndrome de Down. No somos conscientes de los problemas que, a su vez, pueden crear. Sólo cuando se demuestran carencias reales de alguna sustancia natural (vitamina, hormona) está indicada su administración sustitutiva o complementaria.


Bibliografía.
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