TIPOS DE ANEUPLOIDÍA.
Existen varios tipos de aneuploidías, como son la; NULOSOMÍA (perdida de los dos cromosomas homólogos correspondientes a un par), MONOSOMÍA (carencia de un cromosoma), TRISOMÍA (aparición de un cromosoma sobrante, lo que da lugar a un triplete en lugar de un par) y POLIPLOIDÍA (tres o más juegos de cromosomas de la misma o diferentes especies o con genomas de especies distintas).
En el caso concreto del ser humano la NULOSOMÍA es incompatible con la vida y por esta razón el resultado es un embarazo que no llega a término.
Todas las MONOSOMÍA autosómicas para el ser humano son inviables, la única factible es la del cromosoma sexual X, denominado también síndrome de Turner (45x), esta afección se genera prácticamente en el momento de la concepción y no es prevenible. Tanto fenotípica como genotípicamente son mujeres identificables por la falta de desarrollo de caracteres sexuales primarios y secundarios, observables por su apariencia infantil y estéril.
La TRISOMÍA tiene mayor ocurrencia en nuestra especie, ya que en algunos casos es más compatible con la vida, a pesar de que en mayor o menor grado siempre trae consecuencias adversas tanto a nivel físico como intelectual del individuo afectado.
Este error se produce por la no-disyunción de un cromosoma durante la anafase de la meiosis, en el cual no se separa alguno de los cromosomas homólogos del gameto, Lo que lleva a que la célula sexual tenga números haploides de todos sus cromosomas excepto aquel que aportará el par completo, recientemente se ha demostrado que también se puede dar por la disyunción anticipada de algún cromosoma durante la profase de la meiosis, en cualquier caso al generarse la fecundación formará un triplete en lugar de una dupla, provocando así un exceso de material genético.
La metodología utilizada para el ordenamiento de la secuencia del cariotipo es ubicando los cromosomas de mayor a menor tamaño, enumerándolos del 1 hasta 22 autosomas (cromosomas somáticos) y el numero 23 está reservado para los cromosomas sexuales, aunque no sean los más pequeños. el cromosoma 21 es el más pequeño en realidad, por lo que debería ocupar el lugar 22, pero un error en la convención del año 1960, que asignó el síndrome de Down al par 21 ha perdurado hasta nuestros días, manteniéndose por razones prácticas esta nomenclatura.
A mayor tamaño del cromosoma, mayor cantidad de material genético codificable contenidos en él, por ello, mientras más grande sea el cromosoma sobrante, menor posibilidad de sobrevivencia fetal y mayor probabilidad de discapacidades e incapacidades en la persona luego del nacimiento; debemos tener en cuenta que este no es el único parámetro que determina el grado de afectación en el individuo, lo que dificulta su análisis ostensiblemente. En nuestra carga genética existen genes codificantes para proteína y una mayoría no codificante, genes que son codificantes en ciertos momentos específicos y en otros no, la cantidad de genes presentes en el cromosoma incide solo si ellos son codificados en ese momento y además sabemos que hay genes que codifican proteínas más complejas o determinantes en funciones fisiológicas o anatómicas sensibles en el desarrollo. Hoy se sabe que el código responsable de determinar cada una de las funciones celulares y la expresión fenotípica, no está determinada por una secuencia concreta y puntual de aminoácidos, sino que es la unión de varias secuencias distribuidas en regiones diferentes del genoma, incluso posicionadas en distintos cromosomas, lo que hace más complejo para los genetistas, la determinación de la afectación dependiente de un error en un gen o un cromosoma determinado.
A mayor tamaño del cromosoma, mayor cantidad de material genético codificable contenidos en él, por ello, mientras más grande sea el cromosoma sobrante, menor posibilidad de sobrevivencia fetal y mayor probabilidad de discapacidades e incapacidades en la persona luego del nacimiento; debemos tener en cuenta que este no es el único parámetro que determina el grado de afectación en el individuo, lo que dificulta su análisis ostensiblemente. En nuestra carga genética existen genes codificantes para proteína y una mayoría no codificante, genes que son codificantes en ciertos momentos específicos y en otros no, la cantidad de genes presentes en el cromosoma incide solo si ellos son codificados en ese momento y además sabemos que hay genes que codifican proteínas más complejas o determinantes en funciones fisiológicas o anatómicas sensibles en el desarrollo. Hoy se sabe que el código responsable de determinar cada una de las funciones celulares y la expresión fenotípica, no está determinada por una secuencia concreta y puntual de aminoácidos, sino que es la unión de varias secuencias distribuidas en regiones diferentes del genoma, incluso posicionadas en distintos cromosomas, lo que hace más complejo para los genetistas, la determinación de la afectación dependiente de un error en un gen o un cromosoma determinado.
En términos prácticos solo existen tres trastornos autosómicos trisómicos viables para la supervivencia postnatal, la trisomía 13 (síndrome de patau), la trisomía 18 (síndrome de Edwards) y la trisomía 21 (síndrome de Down) y uno sexual trisomía 23 (síndrome de Klinefelter) cuyos nombres proviene de los científicos que los han descubierto.
Trisomía 13: Este síndrome es el menos frecuente en la especie humana. Fue observado por primera vez por Thomas Bartholin en 1657, pero no fue hasta 1960 cuando lo descubrió el Dr. Klaus Patau. Los afectados por dicho síndrome mueren poco tiempo después de nacer, la mayoría a los 3 meses, y como mucho llegan al año. Se cree que entre el 80-90% de los embarazos de fetos afectados con dicho síndrome no llegan a término. Los fetos poseedores de trisomía 13 presentan anomalías múltiples que pueden ser detectadas antenatalmente por medio de la ecografía.
Trisomía 18: Dada la alta tasa de mortalidad postnatal de esta condición genética, no existe al día de hoy un tratamiento eficaz. El trabajo clínico se restringe al diagnóstico prematuro para poder supervisar el embarazo de forma adecuada (o dar consejo genético a la familia, para que tenga en cuenta lo que supone un Edwards) y a la preparación psicológica de los padres para una eventual muerte perinatal inminente o la discapacidad intelectual y las incapacidades físicas en los escasos sobrevivientes.
Trisomía 21: síndrome de Down (S.D.), es la aneuploidía más común. Su nombre no tiene nada que ver con el significado de la palabra inglesa Down (abajo), debe su nombre a John Langdon Down quien fue el primero en descubrir esta alteración genética en 1866. Existen algunas pinturas de los siglos XV al XVIII en las que se aprecian imágenes de niños con rasgos faciales similares al S.D.; Así como, algunos hallazgos arqueológicos que pudieran coincidir con la trisomía 21. Sin embargo, el primer informe documentado de un S.D. lo realizó el francés Jean-Étienne-Dominique Esquirol en 1838, quien tras la descripción clínica del fenotipo lo denomina “cretinismo” o “idiocia furfurácea”; en 1846 el también francés Edouard Séguin, describió la patología mencionando que los niños con esta enfermedad podían presentar mejoría en su lenguaje e incluso adquirir ciertos conocimientos básicos, a pesar de su profundo retraso mental. En 1866 el médico inglés John Langdon Down, quien trabajaba como superintendente del asilo para retrasados mentales de Earlswood, en Surrey, Inglaterra, publicó en la revista científica “London Hospital Reports”, el artículo titulado “Observaciones en un grupo étnico de retrasados mentales”, en el que describe de manera minuciosa las características fenotípicas de un grupo de pacientes que presentaban similitudes entre sí, resaltando su capacidad de imitación y buen sentido del humor. En su descripción, el doctor Down denomina a la patología como “idiocia mongoloide” o “mongolismo”, basado en las teorías antropológicas y evolutivas de la época, derivadas de los trabajos independientes del antropólogo alemán Blumenbach y del biólogo Charles Darwin, en las que se establecía el posible origen de esta enfermedad con base a una involución o retroceso a un estado filogenético más primitivo, involucrando la participación de enfermedades como tuberculosis o sífilis como factores para que las mujeres caucásicas tuvieran hijos mongoles, considerándolos entonces de una raza menos evolucionada. En 1909, G. E. Shuttlewor th, sugiere la edad materna avanzada como factor de riesgo para el SD. En 1932, Petrus Johannes Waardenburg propone la posibilidad de un reparto anormal de los cromosomas como posible causa de este síndrome. Pero no fue hasta 1958, que el entonces joven médico francés Jérôme Lejeune, demuestra la existencia de una tercera copia del cromosoma 21 en el cariotipo de los pacientes con S.D., publicándolo por primera vez en 1959, en coautoría con el profesor Raymond Turpin y la doctora Marthe Gautier, proponiendo un cambio de nombre para el síndrome de Down por el de trisomía 21. En ese mismo año y de manera independiente, un equipo británico encabezado por la doctora Patricia Jacobs describió también la presencia de la trisomía del cromosoma. En 1960 y 1961 Penrose describió el primer caso de S.D. por translocación heredada y en 1961, Clarke reportó por primera vez un caso de S.D. mosaico. En ese mismo año, 1961, un grupo de 19 genetistas escribió al editor de la revista “The Lancet” para sugerir un cambio en la nomenclatura del síndrome y así evitar seguir utilizando el término de “idiocia mongoloide”, “mongolismo” o “mongol”, pero fue hasta 1964 cuando el editor publicó que: “el nombre de síndrome de Down es una alternativa adecuada.…”. Por último en 1965, la Organización Mundial de la Salud (OMS) eliminó oficialmente las referencias al término de “mongolismo” en atención a la solicitud del delegado de la República popular de Mongolia y fue remplazado por síndrome de Down o trisomía 21.
Dicha trisomía ocurre por la presencia de un cromosoma 21 extra (o parte de él). Este cromosoma es el más pequeño del genoma humano con apenas entre 200 a 500 genes, de alrededor de 30.000 codificantes de proteína que poseemos, equivalentes al 1.5 % del ADN celular. Lo que podría ser una razón para su mayor compatibilidad con la vida posnatal, siendo un cromosoma pequeño es factible una menor afectación en la función celular que otras aneuploidías asociadas a cromosomas más grandes y por ende con mayor representación en las funciones orgánicas, cabe aclarar que a pesar de esto, siempre trae consigo un grado variable de discapacidad física e intelectual. Cada uno de nuestros órganos ha evolucionado para realizar su trabajo y adaptarse lo más eficientemente posible al medio. La trisomía hace que dicho desempeño ya no sea tan preciso, provocando una alteración fenotípica, que por un lado puede generar una serie de padecimientos médicos, pero también ciertas características estéticas identificables hasta para el ojo inexperto, se han observado más de 100 rasgos propias del síndrome de Down, cada persona es única y la forma en la que se manifiesta la trisomía también, por ende cada individuo traerá consigo solo algunas de estas características. Se piensa que las personas con síndrome de Down son iguales entre sí, pero realmente son más parecidos a sus progenitores, con base en dichas características comunes la medicina puede diagnosticar clínicamente la presencia del síndrome, incluso prenatalmente, dado que algunas de ellas se presentan en casi todos los casos, pero solo se puede corroborar a través de un cariotipo, ya que estos rasgos también se pueden presentar en personas que no poseen la aneuploidía.
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